"En la época en que aún me subía a los árboles - hace mucho, mucho tiempo, muchos años y décadas: yo medía entonces poco más de un metro, calzaba zapatos del veintiocho y era tan ligero que podía volar - no, no es mentira, yo entonces podía volar - o, por lo menos, casi, mejor dicho: hubiera podido volar, de haberlo deseado de verdad e intentado hacerlo como es debido, porque... porque me acuerdo bien, una vez por un pelo no levanté el vuelo, y fue precisamente en otoño, en mi primer año de colegio, un día en que, al volver a casa, soplaba un viento tan fuerte que, sin abrir los brazos, podía inclinar el cuerpo hacia delante como un saltador de esquí y todavía más, sin caerme... "
También en mi caso, hace muchos, muchísimos años, llegó a mis manos este precioso cuento de Patrick Süskind. Había pasado algún tiempo desde que mi adolescente cerebro había quedado impactado por el Grenouille de "El Perfume", y creo que fue mi madre la que me lo regaló en cuanto se publicó. Lo guardo como oro en paño como un pequeño tesoro.
Lo he vuelto a leer con la misma capacidad de sorpresa de hace 20 años y me ha vuelto a enamorar esta evocación de la infancia en el pueblo de Obernsee del protagonista y narrador, en la que posiblemente encontremos mucho de autobiográfico por parte de Süskind, ya que la época y los escenarios que se describen son seguramente muy parecidos a los que vivió él.
En el rico mundo interior y la capacidad de invención de un niño que trepaba a los árboles y que elucubraba sobre el efecto de la ley de la gravedad, probablemente nos reconoceremos muchos: la fantasía de volar (confieso que era uno de mis sueños recurrentes y había mañanas, lo prometo, que me levantaba con dolor en la piel del estómago, pues siempre que en mis sueños volaba, raspaba el suelo en mi primer impulso hasta que conseguía levantar mi cuerpo hacia el cielo ¡! ); el primer amor; la competencia con los hermanos mayores (aquí me libré); el extraño mundo de los adultos; las injustas órdenes de los padres...
En el rico mundo interior y la capacidad de invención de un niño que trepaba a los árboles y que elucubraba sobre el efecto de la ley de la gravedad, probablemente nos reconoceremos muchos: la fantasía de volar (confieso que era uno de mis sueños recurrentes y había mañanas, lo prometo, que me levantaba con dolor en la piel del estómago, pues siempre que en mis sueños volaba, raspaba el suelo en mi primer impulso hasta que conseguía levantar mi cuerpo hacia el cielo ¡! ); el primer amor; la competencia con los hermanos mayores (aquí me libré); el extraño mundo de los adultos; las injustas órdenes de los padres...
Pero hay algo, o mejor dicho, alguien, que logra atrapar por completo la curiosidad del niño, un extraño y curioso personaje, el señor Sommer. Será el motivo por el que inicia en su madurez la narración de este relato, después de años de hermético silencio... Este singular personaje, tan distinto al resto de los mayores parece huir sin parar de algo, andando día y noche sin tregua, de un lado para otro, sin nadie saber por qué y para qué. Pero un día, por azar, el niño descubre, desde la copa de uno de los árboles en los que solía subirse y al que el señor Sommer se acerca un momento para coger aliento, su gran secreto.
"Cuando a las siete y media de la mañana, los niños trotábamos camino de la escuela medio dormidos, el señor Sommer se cruzaba con nosotros, fresco y pimpante, después de varias horas de paseo; cuando al mediodía , cansados y hambrientos, nos volvíamos a casa, el señor Sommer nos adelantaba con paso elástico; y cuando, por la noche del mismo día, yo me asomaba a la ventana antes de acostarme, veía en el camino del lago la figura alta y delgada del señor Sommer que se movía rápidamente como una sombra"
No os cuento más, hay que conservar la magia de la historia, pero he escaneado algunas de las delicadas ilustraciones de Sempé para ilustrar la entrada, pues creo que forman parte del encanto de este maravilloso libro. A todos aquellos que siguen conservando ese espíritu naïf de su niñez, si tenéis la oportunidad y no lo habéis leído aún, os animo a descubrir el misterio mejor guardado de la Baviera, la historia del señor Sommer.
La Buena Vida - La Historia del Señor Sommer
15 delikados susurros:
No conocía este cuento de Patrick Süskind... pero si a Sempé. Solía ojear en los quioscos y librerías de viejo parisinas las revistas en las que publicaba y sus libros. Siempre me ha maravillado su gran expresividad con el mínimo trazo.
Observo en este cuento que sus ilustraciones están coloreadas… hasta ahora siempre has recordaba a plumilla y en negro.
Precioso. Delicada adolescencia la tuya querida amiga. Y las ilustraciones son maravillosas. Precisisimo, de verdad!!!!
Hola Oteador, pues no sé qué decirle a esa apreciación, las ilustraciones de Sempé para The New Yorker sí han sido en color. A mi me encantan los perfiles de sus personajes, tan simples y tan expresivos. Un saludo.
Haces bien en guardarnos el secreto de la historia, aún así el libro se adivina delicioso. Envidio a los que tenéis en la infancia-adolescencia un puñado de momentos tan bonitos, ya sea a través de la lectura u otros, yo pasaba de todo y encima tengo una mala memoria!
Un abrazo,
No sabes como te entiendo.. lo tengo hace años guardado como un pequeño tesoro. De haberlo sabido te hubiera ofrecido digitalizar el mio, aunque mucho mejor que lo encontraras es un librito para poseer. Un abrazo.
Precioso post, Madame. No conocía el cuento de Süskind. Leí en su día las aventuras de Grenouille, por supuesto, pero ahí me quedé.
Un abrazo
Hola Pilar, guarda ese tesoro, que bien que también lo tengas y lo hayas leído. He leído tu comentario en la página del blog en facebook, vaya casualidad ayer las dos en el mismo restaurante sin conocernos! Un abrazo
Muchas gracias Monsieur Sorokin, yo tampoco he leído más de este escritor que estos dos libros, yo creo que se ha dedicado más a guiones de cine.
Saludos
Ha sido una delicia leer este post.
Gracias.
Saludos
Delikat, querida, estamos más que conectadas... te cuento: ese libro cuando lo publicaron yo ya no era una adolescente y me fascinó por su sencillez y belleza. Ahora, que sigo aprendiendo alemán, también lo encontré pero en una edición de bolsillo con sus ilustraciones, así que me he decidido a leerlo en alemán y en eso ando. Qué casualidad. Creo qué el autor sigue viviendo en Múnich pero no le gusta aparecer mucho en público. La verdad está entre mis libros predilectos, sobre todo la hermosa descripción que hace de la chica de la que está enamorado...
Muchos abrazos
Pues que maravillosa coincidencia Claudia y un privilegio poder leer al autor en su lengua. Debe ser verdad ese dicho de Dios los cría y ellos se juntan :-)
Un abrazo
Nota: He editado el post para poner la canción que el grupo donostiarra La Buena Vida le dedicó al libro.
No conocía este libro y sus maravillosas ilustraciones de Sempé, aunque reconozco el estilo por la gran serie de Le Petit Nicolas que él ilustró. Y ahora que lo dices, ¡no me había dado cuenta de que también ha ilustrado para The New Yorker! Un saludo.
Sorokin vuelve al ataque (es que no hay manera de tenerme callado, qué desesperación): ¿Ha leído su merced "Mr. Vertigo" de Paul Auster? También va de un niño que vuela. Para mi gusto, no es la mejor novela de Paul Auster (le dejo ese honor a "Brooklin Follies"), pero tiene su encanto.
Pues sí Monsieur :-), en mis veinteañeros tiempos tenía una adoración-obsesión por este escritor y todo lo que producía me lo zampaba. Hasta sus trabajos en el cine como " Smoke", allí estaba yo en primera fila, ya superé esa etapa jeje
Y sí es un interesante relato, pero El Señor Sommer tiene algo de delicioso y especial, ya lo han corroborado varias bloggeras. Vive les femmes!
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